Restaurante: Alacena de las Monjas

Hemos pasado una buena reunión familiar, concretamente la graduación de mi hijo. Nos llamó la atención que salió del restaurante el prepararnos un álbum fotográfico sin ningún coste añadido. Recomendable tanto para pasar una noche con la pareja, como una velada familiar. Por verle algo negativo, intentamos hacer la reserva con 3 días de antelación, pero nos fue imposible en varias semanas. Igual es algo pequeño para grupos que superen las 25 personas.

Ya conocía el lugar de varias visitas en las que siempre salimos satisfechos y encantado con el lugar y servicio. Lo hemos encontrado algo menos cuidado y además han cambiado al presonal de cocina y el nuevo chef aunque intenta seguir con los platos que hicieron conocido este restaurante, ya no tienen nada que ver en cuanto a presentación y sabor, una pena.

Que buena fue la elección, fue una experiencia innovadora y encantadora, para volver a repetir sin ninguna duda. A 10 minutos del ayuntamiento y 10 minutos del camino del darro. Se puede cenar en el exterior (terraza) aunque yo recomendaría en el interior debido a la reforma de la antigua alacena de un convento de monjas, una bodega convertida en unos pequeños salones de no más de 6-7 mesas suficientemente separadas las unas de las otras, luz cálida, música ambiente que no molesta la conversación, aire acondicionado en todo el restaurante y salones. Además de estar habilitado para facilitar la cena y el trabajo del maitre/sommelier. La carta de alimentos es renovada continuamente, aunque se conservan platos estrella que merece la pena probar sin ninguna duda. Tataki de atun rojo de almadraba con soja y jengibre. (recomendado! ) la carta de vinos es extensa y definida, aunque no explicados, se puede pedir el consejo del sommelier que muy eficazmente acertó con nuestra petición. La carta de postres es reducida pero no defraudará a los más golosos y ávidos de probar postres sugerentes e innovadores. Delicioso todo. Cantidades generosas y suficientes (se puede compartir perfectamente para dos comensales) bien elaboradas y presentadas, las carnes en su punto de temperatura y cocción, rapidez en el servicio, la copa siempre llena sin llegar a agobiar, bien aconsejados en la elección del vino y los alimentos.

Increíble lugar, tanto por su ubicación (en pleno centro de Granada, en una placita con mucho encanto), su arquitectura (con bóvedas del S. XV), como por su cocina (creativa, pero de raciones abundantes, con platos que sorprenden continuamente al comensal). Espectaculares son su tataki de atún rojo (nunca probé uno igual), sus berenjenas con miel "diferentes", su carrillera ibérica guisada con especias... No es muy grande, así que mejor reservar.

Lo recomendaría sin dudar!! El ambiente estupendo, la comida y el servicio aún mejores, y el entorno precioso. Probamos las berenjenas con miel (nada que ver con las tradicionales, muy divertidas), el tataki de atún rojo (increíble!! ), el arroz de vieiras y langostinos (riquísimo!! ), y varios postres distintos para probar (todos buenísimos). Sin duda, repetiremos en breve.