Tanto hablar de este restaurante y salimos muy decepcionados.. Fuimos atendidos por una señora que parece que te haga un favor de entrar en su local, que supongo que es la dueña.. Para empezar no quiere explicarte la elaboración de los platos. El local con una decoración obsoleta y polvorienta no acompaña a degustar los platos. El ambiente en general es triste y apagado, pocos clientes, poco personal. La carta muy tradicional con toques contemporáneos a base de su famosa trufa blanca que es lo único que resaltaría como novedoso y excepcional, pero su relación calidad precio es desbordante. Un restaurante para no volver, que quedó anclado en el pasado conjuntamente con su dueña.