Queríamos comer en terraza y teníamos un perro yorkshire terrier pequeño. Nos dijeron que único que podrían ofrecernos era montarnos una mesa alejada de otros clientes para que nuestro perro no molestara a nadie. Aceptamos la propuesta aunque sentados en este lugar parecíamos más "personal" que clientes del restaurante. Lo peor fue después cuando entraron 4 personas con un labrador grande que se tumbo en el medio y obstruyó el pasillo de la terraza. Obviamente estos clientes hacían pinta de dejar más pasta en el restaurante que nuestra pareja con un bebe así que ellos si que podían sentarse en la terraza con su perro y no molestaría a nadie. Por 100 eur que dejamos allí me sentí discriminada no se ni porque razon.