Restaurante: Casa Ramallo

Magnifico restaurante. Al parecer lo lleva la misma familia desde hace un siglo. Todos los que sirven, sean de la familia o no, amables y eficaces. Materia prima excelente, cocinada con extrema atención. En resumen uno de los mejores restaurantes que he pisado en mi vida. Y, por los standards actuales, barato.

Coincido con los otros comentarios precedentes- soy de santiago y voy con familia y amigos con cierta frecuencia a este restaurante donde se puede comer desde la mejor lamprea al mejor guiso de calamares sardinillas o el mejor marisco- precios muy razonables y todo absolutamente casero- una maravilla

La gran sorpresa de estas vacaciones. Fuimos a este encantador restaurante porque nos lo recomendó un amigo. El trato ha sido entrañable y la comida, que puedo decir de la comida, una maravilla. Auténtica comida casera, desde los entrantes hasta los postres. Hemos disfrutado de lo lindo con esos fideos con almejas, con esas zamburiñas, con los mejillones en escabeche, con la empanada de bacalao y pasas y para rematar con esa tarta de milhojas. Sencillamente excepcional. Somos una familia que planifica sus vacaciones teniendo muy en cuenta la gastronomía. Y podemos asegurar que a este restaurante volveremos a ir con toda seguridad. Muy muy recomendable.

Siempre que estoy por esta zona adapto mi horario para que coincida y poder comer en este estupendo restaurante. He probado prácticamente todos sus platos pero no he podido nunca probar el salpicón, a veces porque no había y otras por haberse terminado. Espero que la próxima vez que que lo visite pueda degustarlo. No sabría aconsejar ningún plato o postre ya que todos son de altísima calidad. La primera vez que estuve, hace aproximadamente 25 años, fui invitado por el ya difunto Don Santiago García Valiño director general de Finsa y que tiene una de sus factorías en Padrón. Don santiago me dijo: "vamos a comer al mejor restaurante de Galicia" y así lo considero yo. Saludos y hasta pronto.

Hace quince años andaba yo perdido por Galicia, sólo y de vacaciones. Tenía bastante dinero, pero mi aspecto era descuidado. Entré en Casa Ramallo y la dueña me miró desconfiada. Pensaría, sin duda si yo pagaría mi cuenta. Nunca comí mejor en toda mi vida. Pedí tres platos, postre y dos marcas de vino. Recuerdo que comí fideos con almejas, un bogavante y rabo de toro. Pagué la cuenta y Milagros quedó tranquila. Pero yo estaba feliz. Un detalle que me gustó: una clienta muy pija que acompañaba a un señor 20 años mayor que ella pidió limón para echárselo al pescado. La mujer se negó, ofendida con toda la razón. En mi casa no se estropea el pescado echándole nada, le replicó. ¡muy bien!