Restaurante: El Casino

Antiguamente era una maravilla de restaurante, por no decir que uno de los mejores del barco. Y si tengo que volver a opinar sobre la última vez que fui, para mi gusto no vale ni una cuarta parte...

Hemos ido con un carrito de niño y hay que subir un monóton de escaleras, no pudimos dejar el cochecito abajo por que sólo había una trona. El servicio regular sobre todo el de la métre. Relación calidad precio nefasto. Cantidad escasa. Los platos muy grandes y bonitos pero cantidad poca yo pedí patatas revolcónas y me quedé sorprendida de lo poco que me pusieron. Por cierto no tenía calefacción. Fuimos un grupo de 8, pedimos 4 chuletones, sólo nos pudieron servir 3 por que se terminaron, era la segunda mesa que comía. La carta bastante escasa. En definitiva yo no lo recomiendo!!!!

Lo cierto es que no sabíamos que el "rejón" fuese a ser considerable para la comida que nos íbamos a meter entre pecho y espalda. Las raciones bastante "escasas", y el precio bastante abultado... En definitiva, muy distante, la relación calidad precio. Sinceramente, no merece la pena pararse....

Creo que es el peor restaurante al que he ido nunca, impresionante!!!. Nunca he probado un cochinillo tan malo, no es que estuviera recalentado, es que no se podía comer!!! Era como masticar cartílago. Nunca lo había hecho antes, pero pedimos la cuenta a la mitad de la comida y nos fuimos... Nadie dijo nada, nadie se disculpo... Creo que sabían perfectamente que eso era incomible, ademas, muy caro y muy escaso. El carpaccio de rape... Menudo timo!!! En fin, que no vaya nadie que no quiera sentirse estafado

Nunca había sufrido una decepción tan grande con un restaurante como con éste. Fui a cenar con mi pareja un sábado, y desde el principio todo fue mal. El restaurante estaba vacío a las diez, cuando llegamos -totalmente lógico, pensé al salir-, y vacío estuvo mientras estuvimos allí. Tenían muy pocos vinos donde elegir -ribera del Duero y rioja casi exclusivamente- y el que elegimos, un emilio moro crianza, resultó no estar disponible. Sobre los cubiertos, decir que los cuchillos son de los que compra alguien con muy mal gusto en un todo a cien; lo digo porque en tiendas de este tipo los hay mucho más bonitos. La carta no parecía estar mal sobre el papel, pero el entrante que pedimos, unos canelones de setas, sabían a rayos y estaban calentados en el microondas (unas partes quemando y otras frías, desagradablemente frías), aparte que se notaba de lejos que, como muy pronto, habían sido cocinados a principios de semana. Los segundos que pedimos -ragú de ciervo y confit de pato- por fortuna no estaban mal, pero el lecho de "salsa de frutas del bosque" del confit no era otra cosa que sirope de bote de supermercado, y el ragú de ciervo tampoco estaba como para tirar cohetes. Después, cuando dijimos que no queríamos postre, pero sí café, el camarero nos dejó de piedra diciéndonos que no podían ponérnoslo porque -¡eran las 11:30 hrs! Ya habían apagado la máquina. Así que nos marchamos con mal cuerpo, sin dar las buenas noches ni, por supuesto, dejar un céntimo de propina.