Pequeño restaurante con encanto en un precioso edificio antiguo, unas pocas mesas cariñosamente atendidas por lola, la hija de milagros, la cocinera, que mantiene de forma magistral una corta carta de platos de temporada, basados en insuperables materias primas servidas con generosidad. Destacable el punto óptimo, tanto en los pescados, -maravilloso solomillo de atún de barbate-, como en las carnes del valle de ezcaray. Pequeña carta de vinos para todos los precios, dando un conjunto muy recomendable.