Restaurante: La Casa Vasca

Estuve en este local, por primera vez, hace ya unos años (cuando se trasladaron de su emplazamiento antiguo) y aunque siempre suelo dar una segunda oportunidad, ya que cualquiera puede tener un mal día, en este caso hice una excepción y me prometí no volver jamás. Cualquiera puede tener un mal día, pero cuando no "hay maneras", los malos días son permanentes. No suelo necesitar más de dos minutos para decidir mi elección, aquí tardé más, no porque había mucho y bueno donde elegir, sino porque no había nada apetecible. Elegí un revuelto de ajetes (para mi, lo más cutre después de las gambas al ajillo) lo que da idea de lo que era el resto. En fin... Para no cansar demasiado, mi mujer y yo llegamos a la conclusión de que lo mejor de todo, fueron las papas fritas el servicio, por llamarlo de alguna forma, "ejecutado" por dos veteranas camareras, de pena. No servían la comida,... La "echaban". Este año, en una cena de compromiso, volví. Todo sigue igual... Siguen con la misma "cocina tradicional vasca" que hacía mi abuela en su restaurante hace cincuenta años, solo que mi abuela la hacía bien. A estas alturas, servir un pimiento del piquillo relleno y rebozar el pimiento... ¡tiene narices!. El servicio... Una de las "veteranas" se permitió el lujo de discutir con un cliente lo que había pedido. En fin... Lo triste es que en esta ciudad, cualquier esfuerzo para salir de la rutina gastronómica, está destinado al fracaso, ver este restaurante lleno, da pena, sobre todo si eres vasco.