Estuve 17 días en larrabetzu y en este restaurante comí unas 8 veces y siempre genial. Tengo un gran recuerdo de las majas y simpáticas chicas, así como admiro la profesionalidad y el buen hacer de un magnifico profesional en la cocina, al que no llegue a conocer pero si disfrute con sus elaboraciones. Es mas, me sorprendió que por el módico precio de un menú de peregrino (o del dia) confeccionara tan esplendidos y perfectamente ejecutados platos. Tengo un especial recuerdo de una crema de mamilla, que aunque es un postre muy sencillo, lo servido fue sencillamente delicado y sublime.