¡qué error! Llegamos al restaurante a las 13:45 h. El camarero (parecía el dueño o encargado) nos dijo que no había mesa hasta las 14:30 h. (raro, porque en la sala solo había la mitad de mesas ocupadas, y si el resto eran reservas, más raro aún que fueran a quedar libres a las 14:30 h. ; pero como dentro había otro comedor... ). El caso es que, cuando volvimos, seguían ocupadas las mismas mesas. Después de un buen rato, pedimos y esperamos, y seguimos esperando ¡una hora!!!!!!!! Pensamos que en el salón interior estarían a tope, pero qué va, estaba medio vacío. Total, una hora para hacer unas gírgolas (requemadas) para mi mujer, unos huevos al plato (correctos) para mí, y un entrecot (muy bueno) para mi hijo. Como la espera nos quitó el apetito, y las expectativas eran de otro tanto para los segundos platos, los anulamos y pedimos la cuenta. Y aquí vino lo increíble: el dueño-encargado-loquesea en lugar de dar una expicación (o de pedirla), o una disculpa por la tomadura de pelo, mientras hacía la cuenta solo se interesó por cómo había encontrado mi hijo el entrecot (y sin sonrojarse, sin un atisbo de vergüenza, sonriendo el tío). En fin, me mordí la lengua porque solo se me ocurrían palabras gruesas. Está claro que no volveré. La peor comida en años.