Tras una jornada motear decidimos parar a comer en este restaurante por indicación de quien lo conocía. Nos sentamos en la terraza cómodamente y pedimos las bebidas. Nos pusieron aperitivo antes de empezar. Para comer en lugar de ver la carta nos dejamos recomendar por el cocinero. Pedimos unos entrantes para compartir que eran espárragos frescos de la zona -muy buenos-, ensalada con cebolla caramelizada entre otras muchas cosas que también es digna de mención y patatas meneás con tomate natural de la tierra que a pesar de la sencillez fue lo que más me gustó. De segundo nos decantamos, la mayoría, por unas costillas de cerdo ibérico deshuesadas con patatas bastante buenas. Uno pidió un chuletón y también quedó satisfecho. Sé que no hago mención a los postres pero por más memoria que hago no lo recuerdo por lo que he de pensar que no lo tomamos. Todo esto junto con cafés y unos chupitos fueron 26 euros por persona. No es barato pero pedimos dos o tres rondas de bebida que en un primer momento eran jarras grandes -algunas- por lo que está en precio. El trato tanto del cocinero como de su esposa no pudo ser mejor si estáis por la zona lo recomiendo. No puede decir nada del interior porque el día invitaba a terraza. Me ha gustado el descubrimiento.