Os pongo en situación. Celebramos el aniversario de boda de mis padres y paseando por la av. Borbón vemos varios restaurantes que nos ofrecían y garantizaban exquisitos menús a precios muy razonables (de 12 a 15 €). Entramos en la calle almirante cervera y nos asalta un tipo con un tres cuartos elegante y casi empujándonos hacia el interior del restaurante bajo la promesa de que comeríamos al mejor precio con un trato personalizado (y vamos si fue personalizado). Nos cogió un camarero con bigote, que nos dijo que confiáramos en él y cogiéramos el menú que él nos iba a montar, que nos saldría mucho mejor de precio y tendríamos más cantidad y variedad (como todo fue con ese trato tan preferencial que nos hicieron desde la puerta, pues fijamos una sonrisa permanente de agradecimiento durante toda la comida y cada servicio y cada plato, lo teníamos allí contándonos su vida que no nos interesaba para nada, cosa que era incómodo bastante la comida y más de este tipo de celebración). Para no estirarme, diré que nos dimos cuenta que estábamos comiendo exactamente el menú que se ofrecía en 15€, pero sumando la arrogancia, la pesadez y la constancia del camarero del bigote y el tipo de celebración por la que nos invitaban mis padres a comer, estábamos tan sumergidos en el buen rollo y aturdidos por la chapa, que cuando nos trajeron la cuenta no supimos reaccionar a que nos estaban cobrando exactamente el doble, 30€ por cabeza por idéntico menú al de 15€. Le comentamos que nos parecía caro, pero más cara tuvo él para salir del paso airoso e incluso hacernos sentir incómodos. Se lo comentamos al mafioso que vestía el tres cuartos que estaba en la puerta y como si se tratara de el "padrino", nos dijo que no nos preocupáramos que ya hablaría con el, que podíamos volver otro día, que no volvería a suceder. Ja