Restaurante: Santo

Seguramente uno de los peores restaurantes donde haya ido. Como puede tener ese sitio una estrella michelin? El servicio fue lo peor. Ni una sola vez fue el camarero capaz de servir vino sin echar un poco en el mantel! El plato era tan sucio que dejo una mancha negra en el mantel! Hasta sacamos fotos! La comida no fue nada buena tampoco. Y cuando me preguntar "todo bien" y conteste "no! ", el único resultado que tuve fue un "vayaaaa".... Evitar absolutamente!

No se merece una estrella michelín. La comida está muy buena, pero el servicio está descoordinado. Las copas de vino siempre vacías. No hay un aperitivo mientras se escoge (aceitunas o similar) los postres, de calidad media. El maitre se pasó toda la comida intentando ligar con dos chicas y tenía todas las mesas desatendidas. El sumiller era un chaval sin demasiados conocimientos (o quizás es que el que se encargó del vino no era el sumiller). En resumen, buena comida, pero indigno de lo que te cobran y los honores que posee. Caro para lo que te dan.

Un enclave magnifico, con decoración extraña y dispersa, no del todo cómoda a la hora de sentarse. La comida buena y curiosa, más para los que empiezan que para los que conocen. El servicio deficiente y poco atento. Una de las cosas mejores de este tipo de restaurantes es las explicaciones que te dan de los platos, la persona encargada no se hace escuchar y solo lee lo que pone en la carta,`¡algo que sabemos hacer todos¡. El somelier ausente, hay que estar pendiente para cazarlo y que te sirva una copa de vino, más aún el agua hubo que pedirla 3 veces. Ya digo la comida buena pero lo demás dejo que desear.

Realmente me decepcionó este restaurante. Lo mejor el sitio donde está ubicado. Los platos están un tanto pasados y no hace justicia al nombre que se le supone. Carta de vinos limitada y cara. En, general calidad-precio bajo. Además, el personal me pareció poco profesional y superado.

Restaurante santo es un local cálido y elegante con una ubicación excepcional. Es una lástima que, con una posición idónea para convertirse en la perla de la restauración sevillana, no tengan ni puedan componer un menú para vegetarianos. Por lo demás, los aperitivos son buenos pero carentes de imaginación: es absurdo pagar los precios de Martín Berasategui para degustar el jamón, el queso o la gamba blanca de huelva que podríamos comer en casa sin molestarnos en guisar, o, por supuesto, picotear en cualquiera de los excelentes bares de tapas que caracterizan sevilla. En cuanto a la comida, el cocinero domina la cocción de la carne bastante mejor que la del pescado. Si bien ambos son correctos o lo serían si el nombre y los precios no generasen mayores expectativas. La atención al cliente es excelente en lo que respecta a los camareros: amables, intuitivos y atentísimos a su trabajo. Falla, sin embargo, la organización, con detalles tales como el de tener que esperar 40 minutos para obtener una carta y la mitad de este tiempo para pedir una bebida.