No es la primera vez que hacemos una calçotada con los amigos en este restaurante, y no serà la ultima. Trato exquisito, familiar, cercano pero sin agobios. Esta vez la salsa de los calçots tenia un poco de exceso de chocolate, una originalidad un poco sorprendente que no gustó a todos. El cava es muy bueno y se sirve a discrecion. La carne, butifarras, tocino, patatas, alcachofas, judías... Todo en su punto y abundante pudiendo repetir de todo sin cargo. El único complemento que nos cobraron fue un chupito de malta. Solo un turno de comida, por tanto no hay prisa, nos levantamos de la mesa a las 6 de la tarde. El único pero es que el sotano donde se toman los calçots es un poco frio a pesar de las estufas. Un año más no nos decepcionó y nos quitó las ganas de probar otros sitios más famosos.