Buen asado, impresentable el dueño que a los postres decidió emular a cándido o a lucio sin ninguna gracia y con un pésimo gusto en sus comentarios. No nos hubiera importado que se interesase por nuestro grado de satisfacción, pero de ahí a vacilar a una señora de 92 años con alusiones a su trato hacía años en la última fila de un cine, o comentar "quien fuera tordo para picotear esas cerezas", mirándome el pecho, va un trecho enorme. Si no me apuntan con una pistola, no volveré.