Tristísimo el trato a los clientes, saben que las familias salen a comer en armonía, y no a discutir con hosteleros el año pasado, por el día de la madre, fui allí a comer, con mi hermana y mi esposa. Había ido alguna vez a comer fabada, y no estaba mal.... Pues bien, pedimos de segundos cuatro paletillas de cordero. El camarero fue a la cocina a preguntar, y dijo, "solo tenemos dos, si quieren ustedes cabrito por cuartos" yo le dije, si puede ser cuarto delantero, tráiganos dos paletillas de cordero y el cuarto delantero de cabrito. Vinieron primero las paletillas. Se veía que eran recalentadas, por el aceite que llevaban encima para disimular. Hasta ahí, resignación normal... Es lo que pasa cuando pides un asado en un restaurante que no es asador asador. Pero cuando vino el cuarto de cabrito, empezó lo chungo: estaba troceado dentro de una fuente, y nadando en aceite. Recalentado también claro. Pensé "qué le vamos a hacer, a aguantarnos, es el día de la madre y no voy a hacer peregrinar a mi madre, de 82 años, buscando otro restaurante a estas horas. Pero todavía no había llegado lo mejor. Me comí un trozo de cabrito, y me salió el hueso de la paletilla... Y cuando me doy cuenta, mi hermana tiene otro hueso de paletilla en su plato ¡qué jeta! Empiezo a mirar en los trozos que quedaban en la fuente ¡y encuentro otro trozo con el hueso de la paletilla! ¡qué demasíao, tres trozos de paletilla, nos han servido restos de días anteriores! Como yo no quería amargarle el día a mi madre con discusiones, decidí que me iba a dejar engañar, pero también que se lo iba a dejar claro al restaurante. Vacié mi plato y puse los tres huesos de paletilla alineados encima. Cuando vino el camarero a recoger, preguntó "¿todo bien? " y yo le dije "muy bien, especialmente que he aprendido que un cuarto delantero de cabrito puede tener tres huesos de paletilla, mire usted mi plato" el camarero se quedó "blanco"... Pero no le quise apretar más, al fin y al cabo, es un "machaca". El maitre que andaba rondando, se dio cuenta de algo, se acercó y preguntó "¿pasa algo? " y yo, que ya había decidido que no quería discusión gorda, le contesté "no, no pasa nada". Se ve que el camarero, que seguía recogiendo platos, se sorprendió de mi reacción tranquila, y cuando el maitre se fue, se abrió en confianza y nos dijo: "... Y aunque usted le dijera lo que ha pasado, el maitre no lo va a querer entender, él está aquí a vender, vender y vender, y a los jefes les dan igual los clientes, que sobre todo son gentes de paso... " el pobre camarero estaba pasando vergüenza ajena de sus jefes y empresa. Y así les va a parrondo: hace veinte años costaba trabajo encontrar mesa, y ahora mirad dentro cuando paséis por la puerta... El bar tiene clientela, pero en el restaurante solo hay turistas incautos.