Lamentable. Estuvimos comiendo un día y no volvemos. Pedimos a la carta, dos raciones para compartir y un arroz negro con calamares y gambas. Tardaron una eternidad en traernos la primera, de la segunda se olvidaron y el arroz era un engrudo incomible, que dejamos casi entero. Se me ocurrió pedir una cerveza más, ya que la espera fue eterna y una camarera rubia me dijo que no, que ella no atendía esa mesa. Se la pido a otro y después de 10 minutos, me traen dos. Un descontrol absoluto. El camarero de nuestra mesa, al decirle que se les había olvidado traernos una de las raciones, le discute a mi mujer que no la habíamos pedido, y al hacerle yo la observación de que el servicio era un descontrol, me dirigió una mirada que un cliente no tiene porqué aguantar. Durante todo el servicio comimos sin plato, hasta que llegó el arroz, alucinante. Cuando hablé con el maitre y le expuse mis quejas, su única solución fue que nos invitaban a unos chupitos. En fin, que pedimos la cuenta (dos veces), y nos marchamos. Es una pena porque la ubicación es fantástica, pero el servicio, la cocina y el responsable de sala, dejan mucho que desear. En agosto y en hora punta de comidas tiene que ser un espectáculo digno de verse. Como no todo va a ser malo, decir que la única persona que se disculpó, fue un camarero sudamericano que, además, no era el que atendió nuestra mesa. Gracias. Lo dicho, no se os ocurra ir a este restaurante.