La comida sigue siendo muy cuidada, incluso exquisita y realmente el producto está muy bien tratado, pero la sala adolece de exceso de contacto entre mesas, hasta el punto de que participas de las conversaciones ajenas (esto no es nuevo). El servicio muy poco cuidado, exceso de nerviosismo y desde luego lejos del precio que uno paga por las cosas. La carta de vinos es una emboscada, no puede ser que el vino más barato sea un muga crianza a 47€ la botella cuando su precio en tienda está alrededor de 14€, pero lo grave es que encima su temperatura no era la adecuada. Abraham, gran comunicador nos deleitó con la descipción de los platos fuera de carta, pero fue todo poco creible cuando al solicitarle que nos recomendara él los entrantes nos remitió a sus compañeros de sala. Señores en estos restaurantes el cliente debe sentirse cuidado y protagonista y no un mero usuario de tarjeta de crédito, las cosas bien hechas bien parecen y estropear una cocina como esa con estos detalles es una enorme pena.